martes, 27 de septiembre de 2016

 Alguien se asoma:
un ojo en la mirilla de la puerta
o de la cámara que filma
el leve gracioso balanceo de ella;  la sorpresa de él, ojos de luz.
Gestos apenas, que de inmediato ya han comenzado a desvanecerse.

Sin embargo, y de manera feroz e ineludible,
(puñalada
al corazón,
mazazo en la nuca), comprendemos:  
nada es fugaz.

Todo permanece.

Hasta el ciego impulso, retenido a último momento, de rozar otros labios; el leve abrazo de perdón al fin negado. Permanece.

Lo que no sabemos aún es cómo transladarnos a ese universo paralelo.
O corazón del corazón del mundo.

Qué peligro los dientes apretados de rabia.   

En la tarde, con su estilo  soleado
juegan los  niños y sus ángeles de la guarda.

                                                       Josefina Trebucq

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